DESAGRAVIO AL ECCE HOMO
Desde 1997, en los momentos previos a la formación de la Procesión del Silencio, se desarrolla el emotivo acto denominado ‘desagravio’ ante las puertas del Templo de Santa María de Gracia, y ante el Trono del Ecce Homo situado en el umbral de la Iglesia. Los soldados romanos californios rinden honor a la imagen de Cristo en la tarde de Jueves Santo. Tras la lectura y oraciones realizan la ofrenda de una corona de flores que la imagen llevará a sus pies durante la procesión.
Este año, como novedad, se creón un concurso entre los miembros de la Sociedad de Escritores de Cartagena, siendo el ganador D. Fernando de Casa de Cantos con el siguiente escrito:
Alzo la vista, te miro a los ojos y dos lágrimas me obligan a esconder mi vergüenza entre tambores y multitudes.
¡Yo no quería!
¡Cumplía órdenes!
¡Son las leyes!.
¿Cuántas veces hemos repetido las mismas excusas?
¿Cuántas veces, mi querido Jesús, te hemos crucificado a io largo de los siglos?
No soy digno de mirarte a ia cara y pedirte perdón, aunque sé que tu infinita misericordia alcanzará hasta al más vil de tus enemigos.
Pero no me veas como un enemigo, tampoco como un traidor. Solo soy un eslabón más de la cadena de la vida, esa que nos mantiene esclavizados a la rutina diaria, donde no existen culpables, tan solo ejecutores de voluntades anónimas.
Todos somos soldados romanos.
Todos, no solo nosotros, los que estamos ahora en formación ofreciéndote una corona de flores que enjugue la sangre derramada de tu frente, por esas espinas que llevamos clavadas en el corazón desde el mismo momento en que te coronamos con ellas, ay Dios mío, hace casi dos mil años.
Todos somos soldados romanos.
Todos te suplicamos perdón.
Porque representamos al pueblo que te venera, con sus aciertos y sus errores, con sus bondades y sus pecados.
Cumplíamos órdenes, es cierto. Eran las leyes.
Pero eso no nos exime de reconocer nuestros pecados, cometidos por acción u omisión, cuando miramos hacia otro lado ante las graves injusticias que nos rodean… Así ha sido durante siglos, y así sigue sucediendo.
Todos somos soldados romanos.
Todos te suplicamos perdón.
Y cada año, cuando la luna alcanza su plenitud en primavera, recordamos que viniste a salvarnos con tu mensaje de paz y amor, aunque nosotros te pagamos con ia muerte.
Suenan tambores de duelo.
¡Silencio!
Las tinieblas se apoderan de nuestras almas, ¡que ninguna luz mitigue nuestro dolor!
Las saetas inundarán de lágrimas esta noche cartagenera a tu paso por sus calles.
¡Oh, Ecce Homo, cuánta dulzura hay en tu rostro!
¡Oh, Cristo de Benlliure, cuánta paz transmite tu cuerpo!
Qué larga se me haría la noche, si la Esperanza no me anunciara tu Resurrección.
Qué larga se me haría la noche, si no gozara de tu perdón.
No existe el Bien sin el Mal, la Vida sin ia Muerte, el Día sin la Noche.
Por eso, esta tarde de Jueves Santo, ante las puertas de Santa María, con toda Cartagena a tus pies, la Agrupación de Soldados Romanos de la Cofradía California te ruega, ¡Oh, Ecce Homo! aceptes este sencillo homenaje como muestra desagravio e infinito amor a Dios.
¡Viva el Cristo del Ecce Homo!
¡Vivan los Soldados Romanos!
¡Viva la Cofradía California!
¡Viva Cartagena!
Fernando da Casa de Cantos